Published On: February 23rd, 2018Categorías: BlogEtiquetas: , ,

Por International SOS

El actual contexto internacional en el que vivimos añade a las tradicionales amenazas, centradas en los escenarios conocidos, unos desafíos en espacios que clásicamente no habían presentado peligro. Cerrado definitivamente el sistema bipolar que gobernó el siglo XX, en la actualidad se contemplan nuevas amenazas para las que no siempre se tiene la respuesta adecuada ya que existe una asimetría entre la velocidad a la que estas avanzan y los medios disponibles para afrontarlas.

Es en este entorno hostil y mutable donde las empresas, dentro de su proceso de internacionalización, deberían de desenvolverse con toda la confianza y seguridad al alcance de su mano; donde la adecuada manera de gestionar estos obstáculos que se le plantean definirá el éxito o no de sus proyectos. Dentro de esta amalgama de factores destaca uno por encima del resto, el deber de proteger, o Duty of Care en inglés, que supone la responsabilidad de todos los actores internacionales con sus trabajadores y colaboradores. Ese cumplimiento debe obedecer a unos principios éticos y realizarse de acuerdo a la legislación vigente en cada país en los que se realicen operaciones.

Una responsabilidad compartida

Conflictos armados, terrorismo, ciberamenazas, crimen organizado, inestabilidad económica y financiera… La lista de factores que pueden comprometer la seguridad de los trabajadores expatriados y, por ende, el futuro del proyecto es compleja y cada vez cuenta con más aristas. Sin embargo, el empleador sigue manteniendo una serie de responsabilidades sobre el conjunto de sus empleados, un compromiso ineludible que se traduce en conocer y evaluar los riesgos en el aspecto médico, securitario y laboral, independientemente del país donde estén destinados.

Conviene recordar que la seguridad del desplazado recae en varios organismos, públicos y privados. Entre las responsabilidades que recaen en la empresa destaca la prevención, comunicación y reducción de los riesgos de sus empleados en el extranjero. Este es el deber de altos directivos, encargados, gerentes de riesgos y miembros del departamento de recursos humanos; deben ser conscientes de que fallar en este aspecto conlleva altas responsabilidades legales, comerciales, morales, sociales y reputacionales.

Dentro de este escenario disruptivo existen nuevos mecanismos para abordar con éxito la tarea. Las nuevas tecnologías favorecen la aparición de herramientas, tal y como se ha demostrado con el Travel Tracker, instrumento desarrollado por International SOS para sus clientes. Gracias a esta innovación los responsables de la organización podrán localizar a sus profesionales desplazados en cada país, ya sean residentes en el país o que estén en tránsito. De este modo, en cuestión de minutos se podrá conocer la ubicación exacta, algo fundamental si se desencadena un supuesto de emergencia. Sin llegar a esos niveles de alarma, igualmente ayudará para transmitir al desplazado detalles de su seguro, contactos locales, coordenadas de las embajadas relevantes, y demás información valiosa. De las posibilidades de esta aplicación también se beneficiarán los trabajadores que tengan la intención de viajar próximamente.

Una buena comunicación interna

Una mala interpretación de lo que supone el deber de proteger es la que lleva a pensar que desplegar este mecanismo puede hacer cundir el temor entre los empleados, cuando se trata de todo lo contrario. El trabajador desplazado que cuente con mejor y más detallada información será uno mejor preparado para afrontar una situación de alarma. Instruir y formar genera una plantilla más segura, capaz de responder a las situaciones de riesgo con destreza, rapidez y minimizando los daños. Contar con una plantilla competente implica que todos sus integrantes sepan qué hacer en cada momento, reduciendo así la incertidumbre y los costes de una mala actuación.

El deber de proteger pasa por ser uno de los elementos decisivos para todas los actores, públicos y privados, involucrados en la labor de internacionalizar la actividad de las empresas españolas. Cada vez resulta más complejo desentrañar las claves geopolíticas de la actualidad, ante lo que solo queda una mejor y más sólida capacidad de reacción. No existen fórmulas mágicas sino afrontar este desafío de una manera holística, entendiendo que cuanto mejor formados e informados estén los profesionales desplazados, mejor será su capacidad de reacción ante una situación no deseada.

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El actual contexto internacional en el que vivimos añade a las tradicionales amenazas, centradas en los escenarios conocidos, unos desafíos en espacios que clásicamente no habían presentado peligro. Cerrado definitivamente el sistema bipolar que gobernó el siglo XX, en la actualidad se contemplan nuevas amenazas para las que no siempre se tiene la respuesta adecuada ya que existe una asimetría entre la velocidad a la que estas avanzan y los medios disponibles para afrontarlas.

Es en este entorno hostil y mutable donde las empresas, dentro de su proceso de internacionalización, deberían de desenvolverse con toda la confianza y seguridad al alcance de su mano; donde la adecuada manera de gestionar estos obstáculos que se le plantean definirá el éxito o no de sus proyectos. Dentro de esta amalgama de factores destaca uno por encima del resto, el deber de proteger, o Duty of Care en inglés, que supone la responsabilidad de todos los actores internacionales con sus trabajadores y colaboradores. Ese cumplimiento debe obedecer a unos principios éticos y realizarse de acuerdo a la legislación vigente en cada país en los que se realicen operaciones.

Una responsabilidad compartida

Conflictos armados, terrorismo, ciberamenazas, crimen organizado, inestabilidad económica y financiera… La lista de factores que pueden comprometer la seguridad de los trabajadores expatriados y, por ende, el futuro del proyecto es compleja y cada vez cuenta con más aristas. Sin embargo, el empleador sigue manteniendo una serie de responsabilidades sobre el conjunto de sus empleados, un compromiso ineludible que se traduce en conocer y evaluar los riesgos en el aspecto médico, securitario y laboral, independientemente del país donde estén destinados.

Conviene recordar que la seguridad del desplazado recae en varios organismos, públicos y privados. Entre las responsabilidades que recaen en la empresa destaca la prevención, comunicación y reducción de los riesgos de sus empleados en el extranjero. Este es el deber de altos directivos, encargados, gerentes de riesgos y miembros del departamento de recursos humanos; deben ser conscientes de que fallar en este aspecto conlleva altas responsabilidades legales, comerciales, morales, sociales y reputacionales.

Dentro de este escenario disruptivo existen nuevos mecanismos para abordar con éxito la tarea. Las nuevas tecnologías favorecen la aparición de herramientas, tal y como se ha demostrado con el Travel Tracker, instrumento desarrollado por International SOS para sus clientes. Gracias a esta innovación los responsables de la organización podrán localizar a sus profesionales desplazados en cada país, ya sean residentes en el país o que estén en tránsito. De este modo, en cuestión de minutos se podrá conocer la ubicación exacta, algo fundamental si se desencadena un supuesto de emergencia. Sin llegar a esos niveles de alarma, igualmente ayudará para transmitir al desplazado detalles de su seguro, contactos locales, coordenadas de las embajadas relevantes, y demás información valiosa. De las posibilidades de esta aplicación también se beneficiarán los trabajadores que tengan la intención de viajar próximamente.

Una buena comunicación interna

Una mala interpretación de lo que supone el deber de proteger es la que lleva a pensar que desplegar este mecanismo puede hacer cundir el temor entre los empleados, cuando se trata de todo lo contrario. El trabajador desplazado que cuente con mejor y más detallada información será uno mejor preparado para afrontar una situación de alarma. Instruir y formar genera una plantilla más segura, capaz de responder a las situaciones de riesgo con destreza, rapidez y minimizando los daños. Contar con una plantilla competente implica que todos sus integrantes sepan qué hacer en cada momento, reduciendo así la incertidumbre y los costes de una mala actuación.

El deber de proteger pasa por ser uno de los elementos decisivos para todas los actores, públicos y privados, involucrados en la labor de internacionalizar la actividad de las empresas españolas. Cada vez resulta más complejo desentrañar las claves geopolíticas de la actualidad, ante lo que solo queda una mejor y más sólida capacidad de reacción. No existen fórmulas mágicas sino afrontar este desafío de una manera holística, entendiendo que cuanto mejor formados e informados estén los profesionales desplazados, mejor será su capacidad de reacción ante una situación no deseada.

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